Morriña: 11 cosas que echo de menos de España ahora que ya no vivo allí

Quitando las cosas básicas y a nuestras madres… ¿qué es lo que echamos de menos en nuestro día a día en el extranjero? Te comento 11 cosas que te harán sentir morriña 100 %.
11 cosas que me dan morriña

Ilustraciones de Miguel Ángel Camprubi

Si tú también has dejado Spain atrás, sabrás que hay cosas que son imposibles de sustituir. La comida, el sol, los amigos y, sobre todo, a tu madre. Pero como eso ya lo sabemos todos, hoy voy a hablar de esas pequeñas cosas, a priori imperceptibles, que hacían que tu vida fuera redonda y completa hasta que tuviste que dejarlas atrás.

He aquí la lista, prométeme que no llorarás:

1. El pan

Ni el de molde, ni los dichosos bagels, ni los multicereales (que están buenos y son sanos sí, pero no), ni el pan sin sal (sí, existe), ni los panecillos raros con sésamo u otras semillas. Estoy hablando del pan de corteza crujiente y miga blanda, a poder ser calentita. Estoy hablando del concepto bocata, en ningún momento substituible por sándwich. Intenta hacer torrijas con pan de sándwich, te reto.

2. La fregona

¿Quién te iba a decir que en el día de mañana añorarías productos tan mundanos como los de limpieza? En muchos países parece que solo limpian con la mopa esa, que es difícil de poner y de lavar, por no hablar que no llega ni a la mitad de los rincones que nuestra querida fregona alcanza. Es un invento tan español como el futbolín o el chupachups, y a diferencia de los otros dos, el primero liberó a la mujer de limpiar arrodillada en los años 50. ¡Olé ahí!

3. Las persianas

Gentes del mundo, despertad. Ah, que puede que ya estéis despiertos. Desde luego ese es el caso si, como yo, vives en un país nórdico donde en verano amanece a las 4 de la mañana. ¿Quién en su sano juicio se va a creer que unas cortinas “mates” pueden oscurecer como una persiana en condiciones? Lo siento IKEA, tus cortinas son de chichinabo, aún no ha nacido ninguna estrategia de marketing que me haga creer que esas cortinas de papel de fumar vayan a oscurecer algo. Creo que más de uno debería repasar los conceptos “opaco” y “traslúcido”.

4. El aperitivo

No lo sé y no creo que haya estadísticas al respecto, pero me jugaría un brazo a que los españoles somos una de las comunidades y culturas con la agenda social más apretada. Que si tomamos un cafelito, que si vamos juntas en metro para hablar en el camino, que si te recojo y vamos a eso, que si cenamos juntas o me cuentas rápido en una nota de audio (¿cuánta información se puede condensar en una nota de audio? ¡Que se lo pregunten a mi hermana!). Entre el amor al buen comer y a socializarse, el aperitivo se convierte en una excusa más para juntarse antes de la comida de verdad, picar algo y ponerse al día.

5. Los saludos

En España somos muy de saludar. Nos lo han dicho desde pequeños. Pide por favor, da las gracias, saluda. Aunque sea brevemente y con una pregunta retórica “¿Qué haces?” “¿Qué hay?” “¿Qué pasa?”, dando los obligatorios dos besos, elevando cejas, tirando un beso al aire o gritando “¡Nos vemos!” aunque sea mentira. Se saluda, aunque sea “de lejos”, se tarda dos minutillos y todos quedamos bien y de alguna manera colaboramos a que las relaciones humanas continúen, incluso en las grandes ciudades. En otros países la gente no te saluda ni aunque les paguen, el individualismo aumenta y la gente se relaciona más virtualmente que en persona, una pena… ¡ellos se lo pierden!

6. Las terrazas

Para el que fuma. Para la que tiene perro. Para los que vienen con los niños. Para que nos dé el airecito. Para tomarse un sol y sombra al sol o a la sombra. Para cuando viene tu amiga expatriada en noviembre y quiere ver la luz (disclaimer: esa amiga soy yo). Para el que se apunta en el último momento y añade una silla a la esquinita. Para ver a la gente pasar. Para “saludar de lejos”. Ay, no, ¡ya se me asoma la lagrimita!

7. La gente por la calle a todas horas

Hay veces que caminando por ciudades extranjeras a ciertas horas de la noche no hay ni un alma y eso nos crea cierta incertidumbre. A ver, que no está mal, no hay nadie que te pueda robar o violar, pero tampoco hay nadie que te pueda dar fuego o dejarte su cable para cargar el teléfono, o ayudarte si estás perdida o necesitas ayuda (vamos, lo del cable del teléfono que ya lo he dicho). ¿Cómo puede ser posible esta soledad y este silencio? En España, hasta en el pueblo con menos habitantes, siempre habrá alguien de paseo a alguna hora, siempre habrá alguien saludándose o tomándose algo en una terracita.

8. El español / euskera / catalán / gallego

Vamos, tu idioma. Decir expresiones o palabras que no tienen traducción al idioma que hablas ahora, allá donde vivas. “Cariño”, “morriña”, la “eñe”, “hacer ilusión”, “estrenar algo”, “los pintxos”, “la picaresca”. La forma de hablar de tu familia, el dialecto de tu pueblo o ciudad, el slang usado con tus amigos de toda la vida… Ya sabes de lo que hablo.

9. Los festivos

Ay, alma cándida. Ay, ese puentecito rico. Qué lejos queda ahora, ¿eh? “Solo sabrás la importancia de algo cuando lo pierdas…” snif snif. Qué inocentes fuimos, creyéndonos que teníamos derecho a todos esos Santos Tomases y Ascensiones y puentes de la Constitución y creyendo que iban a durar toda la vida. Depende de donde vivas ahora, sabrás valorar un buen festivo como un día de sol ininterrumpido, repito, depende de donde vivas.

10. La calma

  • ¿Quedamos a las 23:30 en la plaza?
  • Vale.

Esa es una conversación normal entre mis queridos compatriotas.

¿Cenar a las 22:30? ¡Por qué no! Hay cocinas en ciertos países que a esa hora ya están cerradas. Oh mein Gott. Y es que somos mucho de aplicar el refrán “vísteme despacio que tengo prisa”. En verano especialmente, cuando una vuelve de la playa, tocan los turnos de duchas, qué cenamos, qué me pongo y un largo etcétera… Pues eso, que antes de las 23h no hay nadie listo, y lo mejor de todo, ¡¡no pasa nada!!

11. La espontaneidad / improvisar

Aaaaay amigos… y es que si hay algo que echo de menos lo que más (aparte de a mi madre, que ya lo he dicho) es la ESPONTANEIDAD. Es una palabra difícil, lo admito, y además que lo es también en otros idiomas, cuando intento explicar este mismo punto autotraduciéndome a mí misma: Spontanität en alemán, spontaneity, en inglés. Bueno, al lío, que cuesta MUCHO que un guiri te proponga un plan en el último momento, o que se apunte a un plan que tú has propuesto sin haberlo anunciado o definido de antemano. ¡Qué hartura! Yo que soy muy del plan del telefonillo, suena la puerta: –¿Bajas? –¡¡Voooooy!! Vamos, que casi ni pregunto quién es. Frase odiosa preferida “el plan es que no hay plan”. ¿Sí o no?

Basta ya de pensar en el pasado, pensemos en el presente y el futuro.
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