Diccionario LGTBQ+ y la búsqueda de un término que lo incluya todo

El diccionario LGTBQ+ se expande a medida que crece nuestra comprensión de estas identidades.
Un diccionario LGBT+

Lesbiana. Gay. Bisexual. Trans. Queer. Cuestionándose. Intersexual. Asexual. Pansexual. No binario. La lista de la terminología para designar diversas orientaciones sexuales e identidades de género se está expandiendo constantemente, a medida que crece nuestra comprensión de estas identidades. Los términos LGTBQ+ y el lenguaje queer han recorrido un largo camino. Sin embargo, no cesa la búsqueda de la inclusión en la forma en que hablamos sobre las comunidades queer. (De hecho, describir a las personas LGTBQ+ como una «comunidad» ya tiene sus problemas particulares). 

¿Cómo podemos asegurarnos de que esta amplia gama de identidades se representa y se discute de una manera completamente incluyente? Comencemos con un vistazo a la historia de los términos LGTBQ+ y sigamos luego el recorrido hasta llegar al estado actual que presenta la conversación.

La historia de los términos LGTBQ+

El primer término para describir una identidad queer fue «homosexual». Se cree que fue acuñado por un escritor alemán en 1869 (cabe destacar que esto fue exactamente cien años antes de los disturbios de Stonewall). Algunas personas prefirieron usar la palabra «homófilo», que literalmente significa «amor por lo mismo», para dirigir el enfoque hacia el amor en lugar del sexo.

Luego vino «gay» en la década de 1900. Este término pasó de significar «feliz» o «alegre» a significar la atracción sentida por personas del mismo sexo. Si bien al inicio era una denominación un tanto clandestina, se popularizó en las décadas de los 60 y 70 y, posteriormente, llegó a formar parte de la cultura dominante. Entonces el término «gay» se utilizó de forma generalizada para referirse a todo el movimiento de personas atraídas por el mismo sexo.

El término «lesbiana» se inspira en la isla griega de Lesbos. Esta isla fue el hogar de la poeta Safo, famosa por sus escritos sobre las relaciones eróticas y románticas entre mujeres. El uso de la palabra «lesbiana» para describir a las mujeres interesadas en otras mujeres se produjo poco después de comenzar a usarse la palabra «gay». Durante el apogeo del movimiento por los derechos de la mujer, las mujeres homosexuales quisieron contar con la posibilidad de diferenciarse lingüísticamente de los hombres homosexuales.

Más adelante, en el siglo XX, los términos «bisexual» y «transgénero» comenzaron a usarse con regularidad, lo que llevó al acrónimo LGTB. Antes de ello, las personas transgénero eran denominadas «invertidos», «transexuales» o «travestis». Todos estos términos tienen significados específicos que no incluyen a la comunidad trans en general. Cuando no se usaban estos términos específicos, las personas trans y bisexuales se incluían bajo la denominación de «gay». A comienzos del siglo XXI, la «Q» (de queer o, en ocasiones, de questioning, «cuestionándose») a menudo se agregaba al conjunto de iniciales «LGTB» con el fin de representar aún más identidades.

Creando un lenguaje inclusivo

La introducción de términos LGTBQ+ fue un punto de inflexión importante en pos de la inclusión, pero también hubo muchas personas que se sintieron excluidas de este acrónimo –y todavía las hay–. Esto ha dado lugar a varios intentos de ampliar aún más el acrónimo, por ejemplo a LGBTQIA, para agregar «intersexual» y «asexual», e incluso a LGTBQQIP2SAA, para agregar «questioning» o «cuestionándose», «pansexual», «dos espíritus» y «aliades»).

¿En qué momento el acrónimo se hace demasiado largo y difícil de manejar para que cumpla su propósito? Ahí radica el meollo del asunto.

JR “Nexus” Russ, director de comunicaciones del Grupo de Trabajo Nacional LGTBQ+, dice que se trata de definir a los miembros de la comunidad queer sin reducir su identidad a que simplemente son «otros».

«No nos describimos, ni deberíamos hacerlo, por lo que no somos, sino por lo que somos», explica Russ.

«Y en la medida en que profundizamos en los matices y la complejidad de las identidades en cuanto a la identidad de género y la orientación sexual, tiene sentido que la gente de nuestra comunidad que no considera suficiente el lenguaje existente explore y cree un nuevo lenguaje».

El Dr. William Leap, profesor emérito de Antropología en la American University y coeditor de la revista Journal of Language and Sexuality, se hace eco de esta posición:

«Creo que es parte de la naturaleza del inglés y de otras lenguas indoeuropeas afirmar que algo es real cuando puedes ponerle un nombre».

Para las personas mayores de la comunidad LGTBQ+, la introducción de un lenguaje claro e inclusivo fue un hecho particularmente profundo. «Una de las cosas que escuchas constantemente es: “Nunca supe que había una palabra para eso. Y luego descubrí que había una palabra para eso”», afirmó Leap.

Poner etiquetas es, hasta cierto punto, importante, pero ¿cómo nos aseguramos de que tenga efectos útiles en lugar de perjudiciales? Russ cree que la clave reside en quién se encarga del etiquetado.

«No solo es importante disponer de una terminología y un lenguaje específicos para las identidades queer, sino que estos sean creados por personas con identidades queer», dijo Russ. “Nada acerca de nosotres sin nosotres” es un eslogan que me viene a la mente, y creo que esto marca la diferencia entre que el lenguaje sea beneficioso o dañino». 

¿Un término para clasificar a todo el mundo?

Cuando se trata de términos LGTBQ+, parece claro que el mejor enfoque para la terminología inclusiva es permitir que la comunidad tome la decisión acerca de sus propias etiquetas. Pero la situación se hace más complicada a medida que aprendemos sobre identidades nuevas o, probablemente, antes no comprendidas, ya que cada vez es más difícil englobar toda esta diversidad de grupos diferentes en un solo término general. 

¿Y qué tal «queer»? ¿Es esta palabra lo suficientemente amplia para cubrir todas las orientaciones sexuales e identidades de género que queremos incluir? Quizás, y muchas personas LGBTQ+ han comenzado a usar «queer» como un término general. Pero para las personas mayores que recuerdan ese pasado no muy lejano en el que «queer» era un insulto homofóbico, probablemente el término no parecerá una gran solución.

«De alguna manera, [“queer”] puede ser el mejor término para usar porque, teóricamente, puede posicionarse para incluir muchas cosas», comenta Leap. «Sin embargo, hay muchas personas a las que simplemente no les gusta el término porque les hace recordar ciertas cosas desagradables».

Otros se han decidido por usar LGTBQ+: el signo + indica que el término abarca cualquier otra identidad no incluida en el acrónimo. No obstante, esta solución puede provocar una sensación de exclusión por parte de grupos a cuya identidad no se asigna ninguna letra.

Para Russ, la discusión debería ir más allá de preguntar cuántas letras adicionales deberíamos colocar al final de «LGTBQ+».

«En última instancia, hablar de manera inclusiva implica asegurarse de que las personas que se identifican con orientaciones sexuales e identidades de género diferentes, y que pueden no estar representadas por esas cinco letras, sean vistas y escuchadas, y también se les brinde un espacio de liderazgo», afirma Russ. «Porque ellas sabrán mejor qué las hace sentir excluidas y qué pasos debemos dar, como comunidad, para que no solo se sientan incluidas, sino también bienvenidas, ya sea en espacios físicos o incluso digitales».

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