5 consejos de una parisina para tu próximo viaje a París

Los parisinos son conocidos por estar muy orgullosos de su ciudad y por despreciar todo lo que esté más allá del Bulevar Periférico de París. Sigue estos 5 consejos si no quieres parecer un turista más.

Ilustrado por Jocelyn Kao

Los 30 millones de visitantes de todos los rincones del mundo que recibe París al año no solo la convierten en la ciudad más visitada de Francia, sino también en una de las más turísticas del mundo. Si estás planeando visitarla por primera vez, seguro que no quieres perderte entre la multitud. Así que sigue leyendo para obtener algunos consejos sobre cómo camuflarte entre los parisinos. Y te puedes fiar de mí: tengo un máster en este tema, he crecido al otro lado de la famosa carretera de circunvalación de París.

Antes de seguir leyendo, para que puedas evaluar correctamente la magnitud del reto, debes tener en cuenta que los parisinos se referirán a todo lo que está situado fuera de los límites de la ciudad como una sola cosa: “la provincia”.

Ahora bien, todo lo que te queda pendiente es seguir los pasos de la guía que encontrarás a continuación.

1. En caso de duda, mantente a la derecha

No hay nada más exasperante para alguien que vive, trabaja o estudia en París que las personas que deambulan lentamente por el centro de la calle, que se paran repentinamente en medio de la acera o que, peor aún, se paran en el lado izquierdo de las escaleras mecánicas. Sobra decir que, como turista en esta bella ciudad, te has ganado unos días de vacaciones, pero debes saber cuál es el principal estereotipo de los parisinos (y, en general, de todo habitante de una gran ciudad): todo el mundo tiene prisa, está estresado o llega tarde.

Así que para evitar gestos y miradas de desaprobación de alguien que pasa corriendo por delante de ti para llegar hasta la clínica del único dentista de la ciudad que tenía un hueco libre antes del 18 de diciembre de 2047, mantente a la derecha.

Otro consejo que debes tener en cuenta: si crees que te has perdido, no te detengas en mitad de la calle para mirar el mapa. Continúa caminando —se te permite hacerlo despacio— y mantente en el lado derecho.

2. Ir al trabajo, trabajar, dormir

Excepto en las raras ocasiones en las que el clima recuerda más a Reikiavik en mitad de una ventisca de nieve que a Madrid bajo el sol intenso, no hay excusa para no explorar París a pie. Esto, por supuesto, también te ahorrará tener que pensar en cómo comprar un billete de metro.

Hubo un tiempo en que solía ir en tren expreso —RER— a París. Me bajaba en una parada un poco antes de mi destino y dejaba que el azar me guiara a donde quería ir (bueno, lo admito, también usaba Google Maps). Gracias a esto, descubrí pequeños parques y tiendas y cafeterías escondidas en barrios en los que, de otro modo, nunca habría puesto un pie. París no es tan grande, así que no puedes perderte fácilmente. Sin embargo, si la meteorología te juega una mala pasada, camina hasta llegar a una avenida o bulevar y sigue recto un rato. En menos de 10 minutos habrás llegado a una estación de metro.

Probé esta teoría una vez cuando vivía en Shanghai. Era mediados de agosto, había 43° C y no había ni una pizca de sombra. Finalmente encontré una estación de metro después de caminar durante una hora y haberme refugiado en muchas cafeterías de camino, simplemente para recuperar el aliento y tomar el aire (acondicionado). Comparado con eso, París es pan comido.

3. Caos en los pasos de peatones

Cuando éramos pequeños, nuestros padres nos enseñaron a cruzar la calle con seguridad: solo se podía cruzar por el paso de peatones y una vez que el hombre verde se hubiera iluminado. En Alemania, la gente espera pacientemente a que el semáforo esté en verde, incluso cuando las calles están tan vacías como el parque Buttes-Chaumont en un día lluvioso. Sin embargo, cuando estés en París, deja las formalidades a un lado.

Los parisinos cruzarán la carretera cuando les plazca, preferiblemente con el semáforo en rojo y lejos de un paso de peatones. Incluso cuando el semáforo está en rojo y un coche que se dirige hacia ti, tienes que asumir que el conductor inevitablemente va a frenar. No seré yo quien utilice las costumbres culturales como excusa para saltarse a la torera las normas de seguridad, pero yo si fuera tú lo tendría en cuenta como método de integración.

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4. El negro es el nuevo negro

Para pasar desapercibido en París no hay nada mejor que adaptarse al dress code. Sabes cuáles son los colores de la bandera francesa, ¿verdad? Bueno, entonces deberías saber que lo que puedes encontrar en cualquier armario parisino consiste en los mismos colores con una excepción: azul, blanco y negro. Debemos darle importancia al negro y quizás también combinarlo con varios tonos de gris. Este dato inquietaba tanto a mi profesora de chino que llegó a preguntarme que por qué los parisinos solo llevaban tonos «tristes», ya que se había imaginado París como un vibrante espectáculo de fuegos artificiales de colores.

La respuesta es simple: el negro pega con todo. Al usar al menos una prenda negra, reduces las posibilidades de cometer un sacrilegio en nombre de la moda. Al fin y al cabo, París es la capital mundial de la moda y tiene una reputación que mantener. Los turistas se distinguen fácilmente por su gusto en colores y patrones cuanto menos acertado. Una vez fui testigo de alguien que decidió combinar una camiseta con estampado de leopardo, unos pantalones verde manzana y un sombrero estilo Indiana Jones —¡más que suficiente para horrorizar a cualquier parisino!—.

5. #Paris #Eiffel #Escapada #Viajar #Wanderlust

¿Puedo compartir un secreto contigo? Con veintitantos años y tras haber pasado más tiempo en la ciudad de la luz que en mi propio barrio, nunca había puesto un pie en la Torre Eiffel, ni siquiera en los alrededores. Sin embargo, me puse mi traje de turista y —sí, lo admito— me saqué unos cuantos #selfies junto a la Torre Eiffel. ¡No me juzgues todavía, fue todo por una buena causa! Una amiga escandinava vino de visita y acercarse al monumento más famoso de Francia era algo imprescindible en su viaje. Así que, durante un instante, jugué a ser turista. Como dijo una vez el escritor portugués José Saramago: «Es necesario salir de la isla para ver la isla». En otras palabras, si nunca hubiera tenido esta experiencia, nunca habría podido comprender del todo ciertas cosas, o haber sido capaz de escribir este artículo.

Antes de eso, solo había admirado a la dama de hierro de paso, entre las estaciones de Passy y Bir-Hakeim, en el tramo de metro que sube a la superficie. Un último consejo: ¡Si pasas por esta línea de metro, no caigas en la trampa! Solo los turistas mirarán por la ventana para echar un vistazo a la Torre Eiffel e intentarán sacar una foto. Para evitar que te etiqueten como un forastero de la provincia, concéntrate en mantener una mirada indiferente.

¡Ahora sí estás preparado/a para ser uno/a más en París!

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